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domingo, mayo 19, 2024

La ambición de poder: causa del declive de la política nacional.

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Por: Anyelys Vargas Abreu.

Si colocamos en una balanza la medición de los intereses de los funcionarios políticos de hoy en día, ciertamente su peso fuerte se elevaría en pro de sus beneficios personales para su propio sustento económico, desplazando a un segundo plano el bien común y el progreso íntegro del país y de la sociedad dominicana.

Digámosle codicia. Digámosle egoísmo. O digámosle, simplemente, avaricia. Todo no es más que el resultado de una inevitable voracidad por obtener “el mando” y, a través del mismo, los lucros que vienen adjuntos al ejercicio de la política.

Y es que, admitámoslo, la gran mayoría de personas hoy en día han tergiversado el significado y la función de la política. En la actualidad no se considera a la política como una actividad orientada a gobernar, regir y tomar decisiones que favorezcan el bienestar y el éxito próspero de la economía y la sociedad nacional, sino, más bien, la “política” se traduce a una definición muy sencilla según el criterio de muchos, definición que no va más allá de tratarse de “un mero proceso lucrativo y rentable”.

La política, a raíz de sus objetivos, se entiende que debe enfocarse en beneficiar NO individuales ni a la minoría, sino, al “colectivo de personas”, dígase todo el pueblo dominicano y la entereza de la sociedad.
Sin embargo, por lo visto, este principio político no está arraigado en las prioridades de las personas que actualmente tenemos encabezando nuestro sistema y proceso de gobierno.

El alcance y la conservación del poder, a costa de cualquier medio factible para lograrlo, es el fundamento que rigen a los funcionarios y “líderes” que se encuentran dirigiendo nuestros Comités, Sindicatos y partidos políticos.
Y ese persistente afán de obtener el poder NO aflora ni nace de un genuino deseo por mejorar, innovar e incentivar el crecimiento de nuestro país en todos sus aspectos.
La triste realidad es que esta intención, más bien, se apoya en enriquecerse a sí mismos, aunque el resto del país vaya gradualmente acabando en la miseria.

Si bien de algunos podría decirse que SÍ cuentan con intenciones altruistas y verídicas para bien de la nación, lo cierto es que las tienen esquematizadas en un segundo plano. Primero están sus bolsillos, y luego los reclamos del pueblo.
A esto lo podemos llamar cómo?… carencia de conciencia o falta de ese dolor que todos debemos mostrar por nuestra patria, y también como una gravísima falta de consideración por una sociedad que a viva voz clama un “cambio” con urgencia.

Nuestra situación política actual es muy sencilla y fácil de explicar: esta ambición de poder ha conducido, inevitablemente, a una pugna, más grande y perjudicial de lo que podríamos imaginar, entre esas personas que están donde quieren estar, y las que desean estar, y las que desean volver. ¿A dónde?… al poder. A esa entrada directa de lucros.

Aunque deseáramos entenderlo o no, la verdad se esclarece cuando asimilamos que esta ambición de poder es la que, efectivamente, y en conjunto a otros factores directamente relacionados, en nuestro país se ha vivido recientemente este acontecimiento sin precedentes alguno, ocurrido el pasado día 16 del mes de febrero 2020, con la suspensión de los comicios electorales que debían brindar al pueblo el derecho al sufragio. Hecho que, sin lugar a dudas, hemos tomado como una violación a la democracia que necesariamente ha de garantizar el gobierno a la nación, acontecimiento que, además, nos ha colmado de indignación y ha dado origen a una inmediata reacción que se ha reflejado en el aluvión de protestas, críticas, diversas opiniones y, por supuesto, el criterio de que este suceso no ha sido más que producto de una acción fraudulenta fallida.

De muchas maneras se ha estado llamando a este hecho, boicot o sabotaje fraude o artimañas. Pero de lo que sí estamos completamente seguros es que ha sido una clara evidencia de cómo hemos dejado que el gobierno y las autoridades cabecillas nos conduzcan, a través de un mal manejo de la política, al declive de nuestro país.
Pero, ¿cómo frenar esta apetente ambición de poder y la perceptible pugna de partidos que envuelve nuestra política?. Parece ser un hecho sin salidas. Y, ¿cuándo nos llegarán personas que ansíen el poder para el bien social y no personal?, ¿Cuándo los políticos entenderán que progresar al país y al pueblo, atraerá consigo, además, beneficios propios?, y que la manera más idónea de preservarse en el poder es brindándole contentura al pueblo y que éste, por medio de la democracia, demande su permanencia. ¿Cuándo un “cambio” verdaderamente vendrá a marcar un antes y un después en la política de nuestro país?. Puede que aún no lo sepamos con certeza.

Sin embargo, mientras un atisbo de esperanza venga a alumbrar el porvenir de nuestra nación, alcemos nuestras voces y hagámonos escuchar. Dejémonos sentir como un pueblo hastiado de vivir sometido al yugo de la corrupción. Busquemos y procuremos cortar de raíz el mal manejo de gobierno.
No nos dejemos arrastrar por el mismo camino que han conducido a otros países, inevitablemente, a una dictadura. Activémonos en una lucha pacífica y luchemos por nuestros derechos y por mantener nuestra democracia incorruptible.

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