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martes, mayo 21, 2024

Yo en el lenguaje patrimonial

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La axiomática afirmación de Carlos Marx de que es el ser social que determina la conciencia y no la conciencia la que determina el ser social, como lo describe en el prólogo que escribió para el primer tomo de El Capital al explicar cómo dio la vuelta al método dialéctico de Hegel cuando dice que “para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza del hombre”.

Dicho en otras palabras, son las condiciones materiales de existencia de un individuo las que determinan su forma de pensar y de actuar. Es por eso que algunos intelectuales marxistas hablan de falsa conciencia cuando algunos sujetos sociales asumen concepciones  o ideas que se divorcian de la realidad material en que les toca vivir. Marx, en el primer tomo y capítulo inicial del libro mencionado redondea esta idea de la siguiente manera: “Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ella”.

Los procesos económicos definen los procesos sociales en el que los individuos juegan papeles específicos. Esos roles van moldeando la estructura mental del sujeto que siempre se va correspondiendo con los intereses del oficio que, en los procesos productivos, le da la categoría de clase, lo que le llevará a establecer una conducta con el mismo sello clasista que el resto de sus compañeros aunque no se hayan puesto de acuerdo. La conducta puede variar de acuerdo a la movilidad social, pero ocurre que muchas veces la impronta que estructuró la forma de pensar del sujeto a raíz del espacio que ocupó en las relaciones de producción, sigue actuando debajo de la nueva indumentaria que le pudo dar el ascenso.

Las condiciones de trabajo de un dueño de medio de producción que busca siempre maximizar sus ganancias le hacen dedicarle tiempo a su oficio y para lograr su propósito se impone una disciplina de trabajo; del otro lado, el que vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario tiene que ajustarse a la disciplina que impone el comprador, por lo que, ambos trasladan a sus vidas cotidianas la dinámica laboral, y la materialidad del día a día se convierte en una definida identidad, en conciencia; y como consecuencia, en una actitud hacia la vida, lo que definen su comportamiento social.

Esas clases antagónicas, según Marx, son el sostén del sistema capitalista que además se enriquece con sectores de clase como la pequeña burguesía en sus diferentes expresiones, que a veces se mueve entre la clase obrera y la burguesía aunque su posición intermedia en los procesos productivos, le crea una conciencia que le arrastra por lo general hacia el ascenso social. Quiere tener y mandar como el burgués, lo que desata ambiciones desmedidas que se incrustan en un cerebro que escupe palabras asociadas a la ambición patrimonial del yo, y lo mío, como orgasmo de éxito.

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