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viernes, mayo 17, 2024

Trump y la agenda conservadora

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Para muchos resulta incomprensible el grado de tolerancia del conservadurismo con Donald Trump. No se explican cómo gente que promueve “valores tradicionales estadounidenses” callan ante sus escándalos sexuales, insultos y salidas de tono. Pero es que se trata de connivencia motivada en una causa mayor. Una agenda que coloca en un segundo plano las formas poco ortodoxas de este presidente, sus ataques a las instituciones, coqueteos con líderes de países adversarios y tensiones con países aliados y hasta posibles encontronazos con la ley.

Porque Trump es, a fi n de cuentas, un instrumento manipulable y defi – nitivo de un proceso que inició hace más de 30 años cuando grupos conservadores decidieron retomar el control de la Suprema Corte de Justicia tras décadas de jurisprudencia liberal.

La Constitución de los Estados Unidos es muy sucinta y general, deja mucho espacio a la legislación ordinaria. Pero al tratarse de un sistema jurídico fundamentado en la prevalencia de la Constitución, en el que corresponde al Supremo establecer la compatibilidad constitucional de las leyes, sus jurisprudencias forman parte del Bloque de Constitucionalidad y se colocan también por encima de todas las demás leyes o disposiciones ejecutivas.

Es además una Constitución rígida difícil de enmendar, por lo que el derecho constitucional estadounidense se mueve al ritmo de jurisprudencias.

De ahí la importancia política y social que tiene la designación de uno de los nueve miembros del Supremo, a quienes nomina el Presidente, confi rma el Senado y asumen el puesto de forma vitalicia.

A mediados de los años 50 del siglo pasado inició un período en el que la Corte Suprema se apartó del conservadurismo tradicional. La sentencia “Brown versus The Board of Education”, que declaró inconstitucional las leyes estatales que establecían la segregación escolar y que constituyó el primer gran triunfo del movimiento por los derechos civiles, fue también el inicio de esa etapa que se prolongó por décadas… Fueron los años de “La Corte de Warren”, en los que se establecieron jurisprudencias valiosísimas en materia de derechos civiles y políticos, de libertad de expresión y religiosa, y cuya infl uencia se extiende hasta nuestros días.

Pero la célebre sentencia “Roe versus Wade” —la que legalizó el aborto— fue la gota que derramó la copa de la tolerancia de los grupos de derecha, que a inicios de los años ochenta —aprovechando el viento de cola que recibió el conservadurismo con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca— comenzaron a planifi – car su “asalto al Supremo”.

Surgieron entonces en las escuelas de leyes de las principales universidades estadounidenses centros de pensamientos de ideas ultraconservadoras.

De ahí nace la Sociedad Federalista, una organización cuyo propósito es llevar a sus afi liados a las principales plazas de la judicatura con el fi n de erradicar la jurisprudencia liberal y retornar a lo que llaman “fundamentos originales”.

Esta organización conservadora promueve la doctrina del “originalísmo”, que niega el sentido vivo y dinámico de la Constitución y establece que esta tiene un sentido fi jo y conocido, y que por tanto las cortes deben decidir sólo sobre lo que ella misma establece e interpretarla únicamente dentro de la razonable proyección a los tiempos actuales de la realidad que rodeaba a sus redactores.

Esta línea de pensamiento conservador se encuentra a punto de lograr una mayoría en el Supremo.

Actualmente cuatro jueces vinculados directa o indirectamente con la Sociedad Federalista ocupan una silla en la Suprema Corte de Justica: su presidente John Roberts y los jueces Clarence Thomas, Samuel Alito y el recientemente designado Neil Gorsuch… Y ante el retiro del juez Anthony Kennedy —de tendencia conservadora pero con voto pendular—, el presidente Trump nominó al juez Brett Kavanaugh, propuesto también por la Sociedad Federalista y cuya confi rmación se da por descontada dada la mayoría republicana en el Senado.

Cuando Kavanaugh asuma su asiento en el Supremo los conservadores tendrán por fi n su ansiada mayoría y estarán en condiciones, no solo de revertir Roe, sino de afectar toda una jurisprudencia liberal que incluyen el matrimonio igualitario y otros derechos reproductivos, sexuales y de libertad religiosa, y estampar una visión ultraconservadora en la interpretación constitucional estadounidense que perdurará por décadas.

Lamentablemente no hay nada que los liberales puedan hacer para evitarlo… No importa lo mucho que reclamen sentido común ni apelen a los valores tradicionales de los republicanos… Ninguna revelación o exabrupto provocará una interpelación a Trump, mucho menos un “impeachment”… Lo tolerarán, apoyarán y darán cobijo legal mientras cumpla una agenda conservadora perfi lada hace años en las escuelas de derecho de Yale, Harvard y la Universidad de Chicago.

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