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viernes, mayo 17, 2024

Tiempo para el alma

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Hermanos míos, no entre la acepción de personas en la fe que tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado. Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre con un anillo de oro y un vestido espléndido; y entra también un pobre con un vestido sucio; y que dirigís vuestra mirada al que lleva el vestido espléndido y le decís: «Tú, siéntate aquí, en un buen lugar»; y en cambio al pobre le decís: «Tú, quédate ahí de pie», o «Siéntate a mis pies». ¿No sería esto hacer distinciones entre vosotros y ser jueces con criterios malos?” Stgo. 2: 1-4.

Y lo hacemos también con quienes piensan diferente a nosotros; aislamos, marginamos.

O con quienes tienen preferencias sexuales diferentes a las nuestras, con quienes siguen una corriente o partido político adverso al nuestro, con las personas de otras religiones ¡Oh, de otras religiones! Con quienes ejercen otros oficios o profesiones que consideramos “menores”, con quienes no tienen una vasta cultura dada por las horas de lectura o de vuelo…

con todas aquellas personas a las que consideramos inferiores, sí inferiores, pues así es como se suele ver cuando se discrimina, cuando se hace acepción de personas. Triste, pero siempre con tiempo de revisarnos y con oportunidad de superar nuestras miserias convertidas en prejuicios.

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